Viaje al epicentro de una tragedia
26 de Agosto de 2007

- Nos hemos quedado dormidos!, voy a despertar a Arturo pero... no vayas a escribir eso en tus crónicas, ah!
- No, como se te ocurre, yo seria incapaz.... (jejeje)
Un rato mas tarde y ante la desconcertada mirada de "Charlie", el Siberian Husky de la casa, que con sus celestes ojos parece preguntar; "porque se llevan toda esa comida?" Me encuentro ayudando a acomodar en la maletera del auto toda la ayuda en víveres y abrigo que Arturo a comprado para donar a los pobladores de Coayllo.
- Artu, donde queda Coayllo?
- A 15 minutos de Asia, es cerca, al regreso pasamos por ahí.
- OK
Cerca de las 10:00 a.m. recogemos a Pilar, también lleva ayuda para los damnificados, y tomamos la autopista rumbo al sur. Los primeros kilómetros pasan sin novedad; vamos conversando y sin imaginarnos lo que veríamos luego, nos burlamos de la poco racional idea del Ministro de la Producción de ponerle por nombre "Pisco 7.9" a una botella de licor, haciendo alusión a la magnitud del sismo, como si se conmemorara una festividad. (que torpe!)
Pasamos por Chilca y desde la carretera vemos las dañadas torres de su Iglesia, es una pena. Conforme seguimos avanzando hacia el sur los daños son cada vez mas notorios y notables, ya en Cañete la cosa se ve mal, muy mal, pero se pondria peor...
En las interminables pampas y arenales al sur de Cañete, en las inmediaciones de los asentamientos humanos, como "Nuevo Ayacucho", los pobladores se paran a la vera de la autopista a lo largo de varios kilómetros con conmovedores carteles:
"Necesitamos ayuda, tenemos hambre"

A partir de aquí, cuando amaina el viento, se ven esporádicamente algunas grietas en las amarillentas dunas y lomas cercanas a la pista, como la superficie de una torta con demasiada levadura. En el sector de "Jaguay" las grietas se hacen mas frecuentes; con varios decímetros de ancho y centenas de metros de largo, invaden la pista y la parten longitudinalmente; la mayoría han sido rellenadas provisionalmente con arena gruesa y brea para permitir el transito, pero los desniveles aun se perciben.

En la subida, saliendo de "Jaguay", un raro olor seco nos invade, mezcla de ácido, vinagre y pudrición.. es olor a muerte. Coronada la cuesta, el dañado cementerio de Chincha parece ser la fuente del hedor. Nos aproximamos a la ciudad, el olor no se va, las casas de adobe derruidas a uno y otro lado aumentan en numero; las calles que se adentran en la urbe parecen callejones sin salida, tapados por escombros. No nos detenemos y proseguimos mas al sur.

"No hay un solo servicio higiénico operativo en 100 km. a la redonda"
Camino a Pisco; el olor a muerte se hace mas intenso, las tormentas de arena nos muestran y ocultan, alternadamente y a su capricho, extrañas escenas; vemos la interminable fila de postes torcidos a lo largo de la carretera, cual guardia de ebrios que nos escoltan a un mundo surrealista, un poco mas allá algunas siluetas a contraluz sepultando algo en medio de los arenales, una solitaria y solidaria voluntaria que mochila al hombro camina imbuida en su anonimato, contra el viento, rumbo a la ciudad a prestar ayuda en lo que pueda. Hace rato que ya no bromeamos ni reímos.

Vemos gente a nuestro alrededor, todos sin excepción llevan mascarillas en el rostro; rostros grises y polvorientos de miradas inexpresivas y andar de autómatas pasan a nuestro lado, parece que hubiéramos ingresado a una realidad paralela, casi Kafkiana, donde las emociones ya no existen; tal vez las personas las agotaron todas durante el sismo y ya no les queda mas para expresar. Dejamos el auto junto a unas edificaciones de material noble que parecen haber resistido; no es así, nada resistió, Todas las estructuras que aun se sostienen, están fracturadas; muertas en pie como los arboles.



"No traigan cámaras... traigan ayuda!"

El viento sigue soplando con fuerza y los remolinos de polvo anaranjado zigzaguean de un lado a otro sobre los escombros de la ciudad, como si fueran las almas de los fallecidos que no logran encontrar el lugar donde alguna vez estuvo su hogar.


Vuelve a mi mente la "torpeza" oficial, de promocionar la botella de "Pisco 7.9" que comentábamos en el camino, pero al ver esto es necesario añadir que; como dijo alguien alguna vez:
"hay solo dos cosas que son ciertamente infinitas; el universo y la estupidez humana, aunque la primera no ha podido ser demostrada aun".

Paramos en Chincha, en el único restaurante de la carretera que funciona, allí nos encontramos con los reporteros de la cadena "Fox", experimentados socorristas de "Relieve International", miembros de la Cruz Roja, etc. Esta vez sin mascarillas, todos comen en silencio y tienen esa "Inexpresion gris" en el rostro, la misma que los damnificados de Pisco... la misma que veo en mis compañeros de aventura y seguramente.. la misma que llevo yo.
Una hora después sobre la carretera y a solo 130 Kms de Lima, cansados e ingenuamente confiados en que la experiencia de hoy ya llegaba a su fin, vemos caer la noche sobre el Castillo Unanue, aun erguido sobre su peculiar historia. Una rápida revista a los daños en San Luis y San Vicente de Cañete, nos anima a hacer una escala en el balneario de Cerro Azul; La primera impresión no sorprende, la mayoría de las casas en pie, Arturo estaciona el auto en el malecón y es ahí cuando nos damos cuenta que faltan unos 100 metros del mismo, arrancados por el mar y el sismo; El ultimo poste que carga el transformador de la línea de alta tensión esta curvado, cual arco listo a disparar al cielo una flecha de cables. Pilar busca en el malecón, sin encontrar, el lugar donde no hace mucho, en un capitulo anterior, estuvo parada tomando un helado mientras pedía unos picarones para complementar la merienda vespertina. Miramos las casas con mas detenimiento; la mayoría están retorcidas, como esculturas de parafina que el sol ha derretido sin romper. Surrealismo trágico es lo que me viene a la mente.
Otra vez callados sobre la carretera, Arturo rompe el silencio;
- Me había olvidado!, prometí dejar los víveres en Coayllo, Vamos?
- Bueno, donde queda?
- Cerca, hay un desvío frente a Asia.
- Ok
Son ya pasadas las 7:00 p.m. y tomamos el desvío hacia el este sobre el Km. 85, pasamos por algunas poblaciones, se termina el asfalto y el alumbrado, proseguimos sobre una trocha afirmada, hay luna llena pero las nubes comienzan a ocultarla formando sobre nosotros una lúgubre cúpula violácea que resalta el perfil negro de las casas derruidas y abandonadas a lo largo del camino.
Media hora después ya no se distinguen casas y empezamos a bromear nuevamente. Pilar, que acaba de leer mi libro, se queja de que siempre aparece comiendo en mis narraciones y me da sus "directivas literarias" sobre como debo narrar este día, en el próximo tomo a publicar, pero porsupuesto sin incluir el "Consomé" y el postre de "Tres leches" que pidio en el almuerzo .
De pronto, en el cono luminico que proyectan las luces del auto, aparece ante nosotros una monolítica y blanca base de una cruz de caminos, que señala un bifurcación en la ruta, su aparición es tan repentina que Arturo no ve una piedra en medio de la trocha y el auto pasa rodando y restregándose por sobre ella, el golpe fue duro y dejo un leve abultamiento en el piso del vehículo, justo debajo de mis pies.
45 minutos después de haber dejado la Carretera Panamericana, llegamos a Coayllo en medio de una obscuridad total; aquí no hay muertos, ni heridos, ni... ni casas!, salvo por el local municipal, el 90% de las casas se han derrumbado. Incluso la descomunal y centenaria iglesia de la que solo quedan los arcos que resguardan los pesados portones de gruesa madera.
Encontramos a la población pernoctando en una veintena de pequeñas carpas en medio de la plaza, una coordinadora nos orienta para repartir la ayuda y entregarla directamente en manos de los damnificados, mientras alguien le prende fuego a los escombros de una morada para iluminar la plaza y combatir el frío que cala los huesos.
Cumplida la promesa de Arturo, regresamos a Lima. Yo salí de casa a las 8:30 a.m. regreso a ella 15 horas mas tarde y 15 años mas viejo.
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