Confesiones
Todos los años en Semana Santa, dedico un día para salir a tomar fotos en el centro de Lima; el año pasado fue bastante productivo (ver nota aquí) y el anterior a ése; bastante anecdótico (ver nota aquí) pero, aún me falta una buena toma de un acto de confesión, así que este Jueves Santo me fui en busca de "mi foto".
Con Arturo como compañero de aventura y la promesa de Paul de darnos el encuentro a medio día, empezamos a recorrer algunas iglesias de Lima; San Francisco, El Sagrario, La Merced fueron las primeras pero sin mayores resultados, hasta que entramos a San Pedro; todos los confesionarios ocupados y con cola... esto promete!. Tras una rápida revista a cada uno de los confesionarios alineados a manera de ventanillas de depósito, en lo que parece ser un gran banco de pecados donde la gente viene a refinanciar sus remordimientos; veo a un sacerdote cuya barba y edad compiten en longitud, además de ser el único ataviado con una casulla sacerdotal roja y por si fuera poco.... la luz interior del confesionario está encendida,... es perfecto!.
Casi sin prestar atención a Arturo que me dice; "parece Papa Noel!", me aproximo al confesionario, pero el cura se percata de mis intensiones y cierra de golpe las portezuelas de su habitáculo. Ni modo! ya me la perdí, mejor me voy a buscar otra toma por la iglesia.
Habrían transcurrido unos 10 minutos y desde la inmediaciones del altar diviso a mi evasivo objetivo y su blanca barba abriendo ligeramente su confesionario, lo suficiente como para tomarle una foto, otra vez me dirijo hacia él, pero al parecer con una oreja escuchaba pecados y con la otra pasos de fotógrafo, pues cuando ya lo tenía a tiro de cámara... cerró sus condenadas portezuelas! .
Hace bastante calor; este cura, encerrado y con la luz prendida, no va a aguantar mucho, así que mejor me escondo detrás de una columna a esperar... dicho y hecho! No han pasado dos minutos y veo, a través de las rejillas del confesionario, el sudoroso rostro del cura agueitando por una rendija en busca de algún fotógrafo en el área. No me ve y abre su portezuela, la abanica para que le entre un poco de aire, yo salgo de mi escondite pero... zazz! Otra vez la cierra... la escena se repite como 4 veces... esto no va a funcionar!
En el momento en que el deshidratado cura abre la puerta nuevamente, aparece Arturo sonriente, había estado gastando todo un rollo de fotos en una coqueta morocha arrodillada en el altar mayor, ataviado con un chaleco de fotógrafo similar al mío, al ver al cura, instintivamente se dirige hacia el confesionario y levanta la cámara pero... de las sombras le saltan al frente dos ancianitas beatas de fiero rostro, amenazante bastón y con la mantilla ajustada al mejor estilo ninja:
"oiga, joven!... hace rato que está Ud. molestando al señor cura, el padre no desea fotos... haga el favor de retirarse!"
El pobre Arturo sin entender qué sucedía, pero feliz de que le hayan dicho "joven", se encoge de hombros y regresa en busca de la morocha.
Yo no me voy sin mi foto!, algo se me tiene que ocurrir... ya sé!; me quité el chaleco, oculté la cámara debajo de éste y me puse a hacer cola en el confesionario de enfrente, de rato en rato miraba con el rabillo del ojo a mi objetivo, pero... nada!. Mi turno de confesión ya está próximo; no sé que puede ser más perturbador para esta parroquia, que le tome la foto a un cura, o que otro tenga que escuchar una muy imaginativa y nada seria listilla de pecados que venía elucubrando en mi mente por si llegaba el caso y tenía que hacer tiempo, en fin!. Cuando sólo faltaba un parroquiano para mi turno de pasar por ventanilla, veo que el cura abre tímidamente su portezuela; un rápido giro sobre mis talones y... Click! Ya lo tengo!... mejor me voy a buscar a Arturo antes que me boten de la iglesia (ya se les está haciendo costumbre).
De camino hacia la puerta de salida me percato de un interesante detalle; en la penumbra y desde cierto ángulo, da la impresión que los pies de los arrodillados parroquianos pertenecieran a los curas de los respectivos confesionarios pero... al revés!, es decir; toda una escena de exorcismo! ... uhmmm, suena tentador, sólo tengo que buscar los pies indicados... otra rápida revista a las innumerables colas de angustiados feligreses y... ahí está!; una anciana con sandalias, ésta me sirve!. Fue fácil, sólo tuve que sentarme en una banca de la iglesia hasta que le tocara su turno y... listo! Ya está!
Aunque no conseguí una foto apropiada para un proyecto serio, valió la pena el día; el próximo año tal vez...
Labels: confesion, fotografia, iglesia, lima, san pedro, semana santa
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